Una MENDIGA en las CALLES de ENTEBBE

Compartimos con vosotros la historia que nos cuenta Bea Gutiérrez, coordinadora de Malayaka House en Uganda, sobre la madre de Dave y Baby Peter:

>Se llama Jennifer y su historia me ha hecho volver a querer escribir. Que no es que quisiera dejarlo, es que no me da la vida para escribir tan a menudo como me gustaría, porque la verdad es que historias aquí, en Uganda, hay para contaros todos los días.

Hace más de 3 años, auntie Anna se fijó en una mujer mendiga que vivía en las calles de Entebbe, en frente del mercado de frutas y verduras, con un bebé. Anna es una alemana que estuvo viviendo en Uganda 7 años, se involucró con varios orfanatos, entre ellos Malayaka House, y acabó adoptando a una pequeñaja que ya no lo es tanto, que ahora vive con ella en Alemania. Su hija Ruthi ha sido una más en Malayaka House, y auntie Anna una de esas súper mujeres con poderes, que no ha dejado de ayudar en Uganda desde que pisó este país.

Anna vio a la mujer y evidentemente, se preocupó de que tuviera un bebé viviendo en la calle, pero se preocupó aún más cuando se dio cuenta de que la mujer era una enferma mental. Durante días la observó y preguntó a los trabajadores de los comercios de alrededor por ella. Todos la conocían y todos estaban preocupados también, pero nadie hacia nada.

Anna trajo su preocupación a Malayaka House, y decidimos actuar. Hicimos lo que hay que hacer en Uganda y es ir a la Policía a denunciar el hecho. Ellos decidieron que la madre no podía cuidar de ese niño, e intervinieron, durmiendo a la madre, quitándole al niño, y dándonos al pequeño.

Este pequeño es Davu, al que todos ya seguro conocéis, porque lleva con nosotros desde mayo de 2015. Recuerdo que llegó a Malayaka House la víspera de una de las veces que yo me volvía a España. Lo recuerdo con el pelo sucio y desordenado, pero rechoncho, bien alimentado por una madre que sin que fuese culpa suya, se había quedado sin él.

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Dave cuando llegó a  Malayaka House

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 Dave ahora

Decidimos con la Policía que la madre debería ir al hospital mental de Kampala, Butabika, y ahí la llevamos junto con dos oficiales que hicieron todo lo posible por calmarla. Lloraba desconsoladamente porque le habían quitado a su bebé, y solo repetía dos palabras, que ya no recuerdo cuáles eran, pero una era de donde venía y la otra, cómo llamaba al bebé.

A los pocos días, estaba de vuelta en las calles de Entebbe. Sin el bebé, claro, que estaba con nosotros.

Hace 3 semanas, tristemente la misma historia se repetía. Otra mendiga en las calles de Entebbe, enferma mental, con un bebé en sus brazos. Otra vez nosotros avisando a la Policía, otra vez quitándole el bebé, y otra vez llevándola a Butabika, otra vez llorando desconsolada, otra vez el bebé en Malayaka House, y de nuevo ella escapándose del hospital y de vuelta a las calles de Entebbe.

¿Y sabéis que es más triste aún? Que esta mujer es la misma mujer de hace tres años, y se llama Jennifer. Pero ¿sabéis qué? Esta vez no la vamos a dejar sola, y vamos a cuidar de su bebé, pero también de ella. Porque no es justo que una mujer inocente, enferma mental, sin poder elegir libremente si quiere tener hijos o no, se quede embarazada dos veces (y quien sabe cuantas más antes de que apareciera en nuestras vidas) producto posiblemente de violaciones continuas. No es justo ni para ella, ni para los hijos que ella trae al mundo.

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Jennifer cuando llegó al hospital mental, llorando desconsolado por su bebé

Como hacemos con todos los niños que nos llegan, llevamos al bebé al hospital para un chequeo, y para hacer la prueba de VIH. Auntie Winnie recibió la terrible noticia de que el test era positivo. Pero los médicos recomendaron hacer otra prueba, más fiable en bebés, y mucho más cara, para confirmar el resultado, que no tendríamos hasta pasadas dos semanas.

En el hospital mental, hicieron la prueba a la madre, y el resultado salió positivo. Jennifer no solo tiene lo que tiene, si no que además el hijo (o los hijos) de la gran p*** (sorry, papá) que la violaba(n) también le han contagiado el virus del sida. ¡Qué vida ésta!

Cuando Winnie me llamó yo estaba haciendo de “guía” con mi padre y sus amigos, que les habíamos llevado de safari, así que no estaba en Entebbe. Cuando me contó que el primer test salió positivo, y el de la madre también, me entró el pánico por Dave. Sabía que había dado negativo en su día, pero.. ¿¿y sí…?? Le pedí a Winnie que se fuera a la clínica con Dave porsiacaso y hasta que me confirmaron que volvió a salir negativo… pasé un par de horas de con un nudo tremendo en el estómago. ¡¡Menos mal!!

Con este panorama, el miércoles de la semana pasada, nos llamaron para recoger los resultados de test del baby. Al que por cierto hemos decido llamar Peter Davis Malayaka. Peter por Peter, un amigo y colaborador holandés, bueno donde los haya, que nos ayuda y sueña con nosotros en el terreno de Fort Portal; Davis porque es como le llama su madre, y Malayaka por razones evidentes.

Pues bien, fui al hospi a por el resultado convencida de que iba a ser positivo, y ya pensando en cómo sería el tratamiento para bebés… Cuando abrí el sobre lo tuve que leer varias veces y casi abrazo y beso al técnico del laboratorio… el resultado para Peter Davis Malayaka era NEGATIVO!!!!! Pelos de punta, emoción, alivio… era negativo!!!! Una posibilidad entre miles de que esto pasara, y ahí estaba… baby Peter no es seropositivo, si no ¡un suertudo y un campeón! ¡Yuhuuuu!

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Con los pelos de punta otra vez al recordarlo, permitidme que vuelva a la madre, a la que por segunda vez (bueno en realidad, tercera) llevamos de vuelta al hospital mental. Esta vez se queda en la parte privada y con una cuidadora que está con ella las 24 horas del día. Para que no se escape, pero también para darle cariño, para cuidarla como no la han cuidado nunca y para asegurarse de que Jennifer recibe la medicación correcta para curarse algún día.

El viernes pasado fui con Winnie a ver a Jennifer. En casi 6 años que llevo viviendo en Uganda he visto muchas cosas ya, pero nada como eso. Y aún así, tengo que deciros que para ser un país africano en desarrollo, el hospital estaba a la altura de un centro digno y organizado. El problema era la soledad de todas aquellas mujeres que vi, todas ellas enfermas mentales, con familiares que no quieren o no pueden ocuparse de ellas ni visitarlas, ni enviarles dinero para comer decentemente, ni supervisar que la medicación es la correcta para algún día salir de allí… Mujeres sedadas para que no den problemas, fantasmas deambulando en un lugar que las atrapa.

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Winnie con Jennifer, que tiene mucho mejor aspecto

Esperé con Olivia, la cuidadora de Jennifer que hemos contratado, a ver a los médicos. Hasta que me atendieron se me acercaron varias mujeres, que me tocaban, que me pedían dinero, comida… con un gesto cansado, con un hedor potente a orina o a falta de limpieza… algunas me contaban, en su lengua claro, que su familia no las quería, otras me llamaban mzungu con mucha rabia, otras simplemente me miraban sin reaccionar y la que estaba delante de mi en la cola para ver a los médicos, no hacía nada porque estaba ida, tirada en el suelo, sucia, y los médicos evaluándola así.

La situación me pudo, aunque intentaba mantenerme erguida, siempre sonriendo, y tratando de ser amable con todas aquellas mujeres abandonadas. Ays q alegría cuando los médicos me recibieron y pude irme a  ver a Jennifer a su propio cuarto. Cuando salimos, Winnie, que es la heroína de esta historia, me dijo, “auntie Bea quiero que veas el dormitorio general donde duermen todas estas mujeres”. Le dije que había visto suficiente. No podía con más.

Mi más sincera admiración por las cuidadoras, enfermeras y médicos que trabajan en este hospital. Lo que hacen creo que hay muy poca gente en el mundo que pueda hacerlo.

La nota positiva es que Jennifer estaba muy bien cuidada y atendida por Olivia, una super mujer con una sonrisa perfecta, alegre, que está haciendo un trabajo extraordinario.

Los médicos me dijeron que creen que Jennifer tiene esquizofrenia y que quieren que se quede allí por lo menos un par de semanas más. También me dijeron que en Uganda no hay ninguna clínica, aunque sea privada, que se ocupe de pacientes con enfermedades mentales.

Así que, la verdad, que todavía no sabemos qué hacer con ella cuando salga. Olivia se ha ofrecido a cuidar de ella si le pagamos, claro, y corremos nosotros con todos los gastos. Pensábamos que teníamos un sitio donde llevarla, pero finalmente nos han confirmado que no es su “terreno”… Iremos viendo.

¿Lo bueno? Jennifer no está sola. Ni Baby Peter y Dave. Ni nosotros tampoco. Peter, nuestro amigo holandés, se ha ofrecido a pagar los gastos hospitalarios. La familia de Inés, una vez más, se ha reunido para aportar su miguita de pan y con eso hemos podido pagar el hospital en estas primeras semanas.

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Baby Peter Davis Malayaka crece cada día

Poquito a poco, intentando corregir lo que sale mal en la vida de personas que no lo merecen y que nos necesitan, vamos, entre todos, ayudándoles a sobrevivir, a vivir decentemente. Porque ellos no son distintos a nosotros, la diferencia es que no han tenido la misma suerte. Mi lección aprendida: no hay que dejarles solos. El otro día alguien que nos ha ayudado me dijo: “La pena no soluciona los problemas”. Totalmente de acuerdo.

Si queréis echar una mano: https://www.malayakahouse.es/como-ayudar/

¡Gracias!

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Beatriz Gutierrez

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