Proyecto «Catherine»: ayudando a niños con VIH en nuestra comunidad

En septiembre del año pasado conocí a Catherine. Parece mentira que ya haya pasado más de un año. Coco, una voluntaria holandesa cuyo padre, Peter, nos ayuda muchísimo con el proyecto de Fort Portal, acababa de llegar y la llevé al centro comercial que hay en Entebbe a comprar la tarjeta sim para tener datos mientras estaba en Uganda. 

En la puerta de Airtel, nos encontramos sentada a una niña que parecía tener unos 6 o 7 años, vestida elegante de blanco roto con uno de esos vestidos pomposos que los ugandeses suelen poner a sus hijos para ir a misa. Estaba llorando y se tocaba las piernas como si le dolieran mucho. A pesar de su vestido de princesa, tenía toda la pinta de estar muy malnutrida. 

Empecé a hablar con ella a ver por qué lloraba y por qué estaba sola. No fue fácil porque no hablaba ingles, solo luganda, y a pesar de los años que llevo viviendo aquí, sigo sin defenderme en este idioma… Le pregunté qué le pasaba y me dijo, señalando las piernas, que le dolían mucho. Estaban muy hinchadas. Me preocupé. 

Le pregunté si estaba sola y no la entendí. Había varias personas cerca y traté de indagar si habían visto si la niña estaba con alguien, y me dijeron que estaba con un hombre. A los 10 minutos, cuando ya estaba a punto de irme con ella al hospital, apareció un hombre de más o menos mi edad que decía ser su padre. Yo me puse en plan borde con él – cosa de la que no estoy muy orgullosa- pero no podía entender cómo la había dejado sola en la puerta de la tienda… Me contó que venían del hospital y que como tenía tanto dolor la había dejado ahí para ir a comprar para ella algo de comer, y venía el hombre con unas magdalenas con poca pinta de ir bien para la malnutrición. 

Me dijo que la había llevado al hospital público Grade B de Entebbe y que de ahí le habían dicho que se fuera a Mulago Hospital, a la unidad de malnutrición porque la niña necesitaba ayuda. Y se iban a ir en transporte público, que en Uganda se traduce en esas furgonetas (matatus) asestadas de gente, que van parando cada dos por tres a recoger a más pasajeros y que llegan a Kampala a una zona que llaman “tax park” que tiene más matatus por metro cuadrado de los que podríais imaginar, y de ahí iban a coger un boda boda (moto-taxi) para llegar al hospital. Vamos, justo lo que necesitaba esa pobre criatura… Le ofrecí llevarles a la clínica donde van a nuestros niños para hacerle unos análisis y que la viera un médico que supiera lo que hacía. Pagaríamos nosotros los gastos. Le dije que la niña no podía ir en transporte público tal y como estaba…

Catherine en la clínica donde la llevamos

Mientras llegábamos le pregunté más cosas sobre ella: Se llamaba Catherine y tenía 9 años, y al poco de nacer, su madre les abandonó y él la dejó en el pueblo con su abuela. La abuela le había llamado dos meses atrás diciendo que la niña estaba mala y que fuera para llevarla al médico. Él la recogió y me dijo que la llevó al médico en el pueblo pero que no mejoró con el tratamiento, y por eso la trajo a Entebbe, que era donde él vivía. Me enseño una foto de cómo la niña estaba hacía unos meses y había perdido mucho peso. 

Llegamos a Emmanuel Clinic. Allí Peter, un enfermero muy profesional y humano, que nos ayuda también en Malayaka House, se encargó de que la vieran los médicos y de que le hicieran todos los análisis necesarios. Las piernas hinchadas parecían indicar algo en el hígado o los riñones. 

Le hicieron todos los análisis y esa noche me llamó Peter. La niña había dado positivo en VIH, y los análisis apuntaban a un fallo en los riñones y en el hígado. La pusieron en tratamiento inmediato y tanto la niña como el padre, pasaron allí la noche. 

El padre estaba muy afectado porque él no era consciente de que la niña tuviera VIH y se preocupó también por él mismo. Le hicieron la prueba pero dio negativo. 

Por la mañana, Robert y yo nos íbamos con Coco a Fort Portal. Peter me llamó a medio día y me dijo que la habían puesto mucho suero y tratamiento pero que los médicos habían aconsejado llevarla al hospital de Mildmay, que está especializado en enfermos con VIH y SIDA. 

Y eso hicimos. Le pedí a Winnie que organizara el transporte a Mildmay con nuestro conductor y ese mismo día, la admitieron de urgencia en ese hospital. Por la noche Winnie me volvió a llamar para contarme que había hablado con el padre y que la habían puesto en tratamiento. 

A la mañana siguiente, Winnie me llamó muy pronto, cuando estábamos desayunando y me dijo que Catherine había muerto durante la noche. 

No sé explicar lo que sentí en ese momento. Pena, mucha pena, seguro. Y supongo que rabia. Catherine había muerto porque nadie había sido capaz de identificar que era VIH positiva. Porque seguramente su madre tampoco sabía que lo era, y dio a luz, y le dio de mamar, y le pasó el virus, y luego la abandonó. Y quiero pensar que su abuela la cuidó seguro que un montón y la quiso mucho mucho, y su padre también (me pareció ser un buen hombre), pero la ignorancia de la enfermedad hizo que se fuera desarrollando. Si lo hubieran sabido, si alguien hubiera hecho un test alguna vez en sus 9 años de vida, hubieran podido tratarla con los antirretrovirales y la niña estaría aquí todavía. 

Yo me acuerdo de ella muchas veces, y desde que murió, llevaba dándole vueltas a qué podríamos hacer desde Malayaka House en nuestra comunidad para ayudar a niños en su misma situación. Niños que son positivos pero la ignorancia de sus padres, su situación de pobreza, su sobrevivir de cada día, hace que nunca lo sepan, que no los traten y que por tanto acaben como acabó la pobre Catherine. 

Hablando con Jackie, nuestra trabajadora social y con Robert, habíamos más o menos decidido que este año cuando vinieran las dentistas, ofreceríamos a los niños que se acercaran a ser chequeados, también un test para detectar si tenían VIH, y los que dieran positivo, les ayudaríamos a acceder al medicamento. En Uganda el tratamiento para VIH o SIDA está subvencionado por el gobierno. 

Pero con esta situación de pandemia mundial, ni dentistas ni test, así que hemos decidido iniciar un proyecto un poco distinto. 

Jackie ha identificado con ayuda de líderes locales a 6 familias con niños con VIH que ya están en tratamiento. Los antirretrovirales son importantes para que el SIDA no se desarrolle, pero son medicinas muy fuertes, por lo que igualmente importante es la alimentación.

Son en general madres con sus hijos, que tratan de sacarles adelante, pero cuya situación económica y social no les permite darles una dieta equilibrada y suficiente para que los niños ganen pesos y estén saludables. 

Stella, una de las niñas que se beneficia del proyecto, con su madre en la casa de ambas

Son a veces madres que también tiene VIH o incluso SIDA, y que además de cuidar de ellas mismas, tienen que hacerlo de sus hijos con las pocas fuerzas que les quedan. Son madres que lo intentan, pero no siempre lo consiguen. 

Son a estas madres a las que queremos ayudar a poder dar a sus hijos una alimentación completa que les permita llevar la enfermedad sin graves consecuencias. En septiembre comenzamos y tan solo en dos meses, los resultados son prometedores. Podemos ver que los niños ganan peso, que tienen otra cara, otros ojos, y se les ve más energéticos y sonrientes. 

Este proyecto es en honor a Catherine, que sigue en mi recuerdo, porque aunque solo la conocí durante unas horas, su carita no se me olvidará nunca. Gracias por inspirarnos a ayudar a otros niños como tú, pequeña. 

Bea – coordinadora de Malayaka House en Uganda

Beatriz Gutierrez

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